jueves, 23 de julio de 2009

EN TORNO AL SENTIDO


NATURALEZA DEL SENTIDO
Se habla al comienzo acerca de la naturaleza del sentido que alude un efecto de dirección y de tensión, más o menos cognoscible, producido por un objeto, por una práctica o por una situación cualquiera.
El resultado de la organización del sentido en el discurso es la significación. El sentido está simplemente orientado.

En emergencia del sentido la significación surge siempre de un entrecruzamiento entre lo sensible y lo inteligible. En tal sentido, el sistema de valores, tanto semióticos como axiológicos, resulta del encuentro o conjugación de una mira y de una captación: una mira que guía la atención hacia una primera variación, la de la intensidad, y una captación, que pone en relación esa primera variación con otra, de naturaleza extensiva, y que delimita así los contornos comunes de sus respectivos dominios de pertinencia.
La instancia que se encarga de realizar esas operaciones elementales es el cuerpo propio el cual es el órgano semiótico de la dimensión propioceptiva, desde la que participa tanto de los fenómenos del mundo natural como de los fenómenos del mundo interior: pensamientos, voliciones, afectos .La instancia del cuerpo propio se desplaza incesantemente por el campo de presencia, en el que se halla instalada.
Con sus desplazamientos, determina una brecha entre la percepción del mundo exterior y la percepción del mundo interior. Por tal motivo, la semiosis se encuentra en perpetuo movimiento, y lo que en un momento constituía el plano del contenido, en el siguiente puede pasar a constituir el plano de la expresión de un nuevo plano del contenido.
La significación supone siempre un mundo de percepciones donde el cuerpo propio, al tomar posición, instala globalmente dos macrosemióticas, cuya frontera puede desplazarse siempre, cada una con su forma específica: la interoceptividad da lugar a una semiótica que tiene la forma de una lengua natural o de cualquier otro lenguaje: musical, pictórico, cinematográfico; la exteroceptividad da lugar a una semiótica que tiene la forma de una semiótica del mundo natural. La semiosis surge, pues, del acto que reúne esas dos macrosemióticas, y eso es posible gracias a la instancia del cuerpo propio del sujeto de la percepción.
Cada efecto de presencia sensible asocia, para ser calificado de “presencia”, cierto grado de intensidad y cierta posición o cantidad en la extensidad. La presencia conjuga, en suma, por un lado fuerzas (intensidad), y por otro, posiciones y cantidades (extensidad). El efecto de intensidad aparece como interno (sensible) y el efecto de extensidad como externo (inteligible). Se trata de un dominio semiótico interno y de un dominio semiótico externo, diseñados en el mundo sensible como tal. Dicho de otro modo, la semiótica trabaja con categorías semióticas. Cuando hablamos de subjetividad, nos referimos al ámbito de propiedades y de relaciones que el discurso (o, si se quiere, el texto) le atribuye al sujeto. Tanto la objetividad como la subjetividad son efectos de sentido producidos por el texto.

EL RECORRIDO DE LA SIGNIFICACIÓN
Para llegar a su plena articulación, la significación sigue un recorrido inmanente a lo largo del discurso. Ese recorrido hipotético-deductivo es meramente teórico. Este recorrido es un recorrido generativo.
El recorrido generativo de la significación va de los elementos más abstractos a los más concretos, de los más profundos a los más superficiales. Y, para recorrerlo, necesita una instancia de discurso.

LA INSTANCIA DE DISCURSO

La instancia de discurso designa “el conjunto de operaciones, de operadores y de parámetros que organizan y controlan el discurso. El acto es primero, y los componentes de la instancia son segundos, puesto que emergen del acto mismo”[1].
El sentido es un producto del trabajo con los signos, y surge siempre de una negociación compleja entre un sujeto y uno o varios objetos. El acto primero es un acto de enunciación, que produce la función semiótica. Con la función semiótica, la instancia de discurso opera ese reparto, del que ya hemos hablado, entre el mundo exteroceptivo y el mundo interoceptivo. Ese reparto adquiere la forma de una toma de posición.
El primer acto, por tanto, de la organización del sentido es el acto de la “toma de posición”: enunciando, la instancia de discurso enuncia su propia posición. Desde ese instante está dotada de una presencia, y de un presente, que servirá de hito para el conjunto de las demás operaciones. La “toma de posición” crea la deixis: yo-aquí-ahora. El operador de ese acto primordial es, de nuevo, el cuerpo propio, un cuerpo que siente y que percibe, y que es la primera forma que adopta el actante de la enunciación.
La toma de posición sensible está destinada a instalar una zona de referencia, estableciendo al mismo tiempo las dos grandes dimensiones de la sensibilidad perceptiva: la intensidad y la extensidad. La “mira” que la intensidad impulsa es de carácter prospectivo y apunta hacia adelante, hacia el futuro; la “captación”, determinada por la extensidad, es retrospectiva y orienta hacia atrás, hacia el pasado.
Una vez cumplida la primera “toma de posición”, ya puede funcionar la referencia: otras posiciones podrán ser reconocidas y puestas en relación con la primera. Y ese es el segundo acto fundador de la instancia de discurso: por medio de la operación de desembrague, la instancia primigenia realiza el paso de la posición original a otras posiciones. El desembrague es de orientación disjuntiva; gracias a esa operación, el mundo del discurso se distingue de la simple “vivencia” personal de la pura presencia, que es inefable. El discurso pierde con esa operación en intensidad, pero gana en extensión: nuevos espacios, nuevos momentos pueden ser explotados, y otros actantes pueden aparecer en escena. El desembrague es, pues, por definición, pluralizante, y se presenta como un despliegue del campo de presencia en extensión.
Frente al desembrague, reclama sus derechos el embrague, operación que se esfuerza por retornar a la posición originaria. El embrague es de orientación conjuntiva; bajo su acción la instancia de discurso trata de volver a encontrar la posición primera. De esa manera, el discurso está en condiciones de proponer una representación simulada del momento (ahora), del lugar (aquí) y de las personas de la enunciación (Yo-Tú). El embrague renuncia a la extensión, pues refugia el proceso discursivo en el centro de referencia, y da prioridad a la intensidad.

En el gesto mismo de retorno a la posición originaria (inaccesible), el discurso en acto produce al mismo tiempo el simulacro de la deixis (yo-aquí-ahora) y el simulacro de una instancia única. La unicidad del sujeto de enunciación y del sujeto del enunciado no es más que el efecto de sentido producido por un embrague bien forjado. La situación ordinaria de la instancia de discurso es la de la pluralidad: pluralidad de roles, pluralidad de posiciones, pluralidad de tiempos, pluralidad de espacios, pluralidad de voces.

LA SINTAXIS DEL DISCURSO
La armadura general de la sintaxis del discurso, en la perspectiva de la presencia y del discurso en acto, es suministrada por los esquemas de tensión, puestos en secuencia y transformados eventualmente en esquemas narrativos canónicos. Del conjunto de las propiedades del discurso en acto, de la instancia de discurso y del campo posicional, esos diversos esquemas explotan en lo esencial las propiedades de la presencia: la intensidad y la extensidad.
Pero la sintaxis del discurso obedece, además, a otras reglas, que explotan diversas propiedades del discurso en acto. Entre ellas, destacaremos las siguientes:
1) la orientación discursiva
2) la homogeneidad simbólica
3) la profundidad del campo posicional
El principio organizador de la orientación discursiva es el punto de vista; el principio organizador de la homogeneidad simbólica de los universos figurativos del discurso es el semi-simbolismo y todas las formas de conexión entre isotopías; el principio organizador de la estratificación en profundidad de las diversas “capas” y dimensiones del discurso es la retórica.
1.- El punto de vista es uno de los operadores fundamentales de la construcción del sentido. Cada punto de vista se organiza en torno a una instancia; la coexistencia de varios puntos de vista en un mismo discurso supone que a cada punto de vista corresponde un campo posicional propio, y que el conjunto de esos campos posicionales son compatibles entre sí, de una manera o de otra, dentro del campo global del discurso, controlado por la instancia original, primigenia. El punto de vista hace que toda realidad discursiva sea relativa.
El punto de vista tiene, entre sus funciones principales, la de regular el desajuste permanente que se establece entre las pretensiones de la “mira” y las condiciones reales de la “captación”, desajuste producido generalmente por el actante de control: alguna cosa que se interpone en el proceso y que impide que la “captación” coincida con la “mira”; por ejemplo, una superficie reflectante.
El interés propio del punto de vista es la optimización del proceso: lograr que disminuyan las pretensiones de la “mira” y que se mejoren las condiciones de la “captación” para hacerlas congruentes. El punto de vista redefine permanentemente los límites del campo posicional. Esa es otra de las funciones del punto de vista: convertir un obstáculo en horizonte del campo, esto es, admitir el carácter limitado y particular de la percepción en acto, reconocer como irreductible la tensión entre la “mira” y la “captación” y convertirla en fuente de significación. El sentido emerge de esa tensión.
2.- La conexión entre las diferentes isotopías o líneas de sentido se basa en el principio de la homogeneidad de todo universo semiótico, homogeneidad requerida entre el plano de la expresión y el plano del contenido. La conexión entre las isotopías puede estar asegurada por simples figuras que les sean comunes: el rasgo de /altura/”. Pero ese tipo de conexión, basada en una parte común, puede ser simplemente un índice de coherencia. La homogeneidad solo quedará asegurada si varios elementos de una isotopía entran en equivalencia con varios elementos de otra isotopía. Esa equivalencia solamente es lograda si la conexión se establece entre sistemas de valores.
En cambio, las conexiones entre sistemas de valores particulares (entre oposiciones pertinentes) son el fruto de la praxis enunciativa, y concurren a la coherencia discursiva, construyendo los sistemas de valores del conjunto del discurso. Ese tipo de conexiones da origen a los sistemas semi-simbólicos.
Si un conjunto de elementos puede ser puesto en relación con varios otros elementos, cambiará la forma de cada nueva asociación, y en consecuencia, cambiará de sentido. Nada es fijo. La semiosis es siempre fluente.
3.- La coexistencia de diferentes isotopías en una misma zona del discurso supone que todas ellas están afectadas por grados de presencia diferentes, es decir, que son consideradas como más o menos intensas y como más o menos distantes de la posición de referencia del discurso. Se trata ahora de la presencia de los contenidos mismos del discurso, presencia más o menos sentida y más o menos asumida por la instancia de discurso. El campo posicional del discurso se convierte en un campo donde las isotopías están dispuestas en profundidad, en capas sucesivas, desde las más fuertemente presentes, en el centro del campo, hasta las más débilmente presentes, en la periferia.
Esa gradación de la presencia está bajo el control de la instancia de discurso: cada estrato está colocado bajo una mira más o menos intensa, y es captado como más o menos próximo o lejano. Dicho control discursivo se ejerce en dos direcciones: la de la asunción, en términos de intensidad (sensible, afectiva), y la del despliegue, en términos de distancia (espacio-temporal, cognitiva). Las diferentes isotopías dispuestas en capas de profundidad discursiva son más o menos asumidas, y están más o menos desplegadas: la instancia de discurso les impone o les retira su fuerza de enunciación, las hace avanzar o retroceder en profundidad.


APORTES DEL CONOCIMIENTO DE LA PRODUCCIÓN DEL SENTIDO
1.- El conocimiento de la manera en que se produce el sentido nos permite poner al descubierto, en este último caso de articulación retórica, las operaciones de asunción y de despliegue, así como el modo de existencia atribuido a las isotopías en juego
2.- Del mismo modo, nos revela la axiología (o axiologías), la ideología (o ideologías) que circulan en una sociedad.
Los objetos que buscan o rehúyen los sujetos son siempre objetos-de-valor. Los objetos que encontramos en el mundo, de por sí, son neutros. Solamente adquieren valor en el discurso cuando la instancia de enunciación los inviste con la categoría tímica, afectiva, que organiza la dimensión propioceptiva del afecto entre euforia / disforia.
En ese momento, los objetos empíricos, neutros, se convierten en valores, es decir, son axiologizados. La praxis enunciativa valoriza de manera diferente los mismos objetos neutros, proponiendo de ese modo axiologías distintas según las épocas, las sociedades, las culturas, los grupos y hasta los individuos.
El conjunto de valores así organizados constituye la axiología de una sociedad.
3.- Los valores circulan en la sociedad, y pasan de unos sujetos a otros. En consecuencia, los discursos sociales y las prácticas significantes se ven obligados a relacionar los objetos de valor con los sujetos que los desean. En esa sintagmatización reside, precisamente, la ideología. La ideología se entiende como una gramática de producción de sentido. En la perspectiva de la gramática narrativa, un discurso genera ideología por la manera en que junta o separa a los sujetos con los objetos de valor.
En la perspectiva de la gramática tensiva, la ideología se produce con diversos dispositivos gramaticales. Entre otros:
a) Por medio de la orientación discursiva. La orientación discursiva presentifica en el texto la intencionalidad enunciativa, regulando las relaciones entre la “mira” y la “captación”. Esa fuerza reguladora está dirigida también por el punto de vista. La instancia de discurso puede actuar sobre la intensidad de la “mira”, o sobre la extensión de la “captación”, o sobre ambas al mismo tiempo. En el primer caso, el punto de vista adoptado se considera un punto de vista selectivo: la “mira” renuncia a la totalidad del objeto y se concentra en una parte o en un aspecto que considera representativo del conjunto, y por lo tanto, más valioso.
En el segundo caso, el punto de vista se considera acumulativo: al no lograr que coincidan los intereses de la “mira” con las condiciones de la “captación”, la instancia de discurso renuncia a una “mira” intensa y única, y acepta distribuirla en ´miras´ sucesivas y acumulativas.
En el tercer caso, la instancia de discurso puede adoptar una pretensión globalizante, y entonces el punto de vista se considera englobante; o puede, por el contrario, aceptar los límites que le impone el obstáculo, y el punto de vista será particularizante.
b) Por medio de los esquemas de la tensividad. La tensividad se divide en intensidad (lo sensible, lo afectivo) y en extensidad (lo inteligible, el número, la extensión, la cantidad).
Los esquemas tensivos básicos son:
1.- Esquema de la ascendencia: aumento de la intensidad correlacionado con la reducción de la extensidad.
2.- Esquema de la decadencia: Debilitamiento de la intensidad con el despliegue de la extensidad.
3.- Esquema de la ampliación: aumento de la intensidad correlacionado con el despliegue de la extensidad.
4.- Esquema de la atenuación: debilitamiento de la intensidad correlacionado con la reducción de la extensidad.
En síntesis, la ideología es un efecto de sentido que surge de operaciones gramaticales, fundamentalmente sintácticas, organizadas por el texto, considerando como “texto” cualquier organización de elementos significantes, desde la lengua natural hasta las prácticas significantes más diversas, pasando por los “lenguajes” artísticos, de cualquier naturaleza y nivel que ellos sean.

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